miércoles, 25 de abril de 2012

Los kilates del Quijote


Tardé tiempo en comprender la majestuosidad de la obra. Cuando mis pensamientos pisaban más fuerte la tierra, una maestra pretendía mostrarme los kilates de un Quijote. Más que ingenio e hidalguía necesité para leerlo en aquel entonces. Ahora me sobrecojo de hombros y oprimo los dientes por mi incompetencia. Pero ¿cómo no ser menor ante la cumbre literaria cervantina?

Su esencia no se percibe de un golpe. Creo que años y un hábito entrenado en la lectura pueden favorecer el deleite de sus aventureras páginas. Cuando recordaba la fecha, días antes a este 23 de abril, me propuse vencer la batalla y el marco del día internacional del español parecía el escenario ideal.

Del olvidado rincón a la cabecera nocturna, el volumen que apenas mostraba de dónde era el caballero andante acompañó largas horas de fantasía y meditación. El sabor de la victoria supo bien esta vez y el entrenamiento lingüístico fue como salido de la mismísima Real Academia.