Esa fue la expresión que salió de la boca de Osmay, activista LGBTI y especialista en educación y promoción para la salud de Sagua la Grande. En torno a la bandera que identifica a la comunidad sexo género diversa y a un cartel, nos reunimos este sábado 28 de junio un grupo de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales en esta provinciana ciudad, ubicada a 300 kilómetros al este de La Habana, en el centro norte de Cuba.
El hecho adquirió gran connotación para los cerca de 15 integrantes de la comunidad LGBTI en esta ciudad. Por primera vez lográbamos reunirnos para celebrar el Día Internacional del Orgullo Gay.
Los preparativos, la incertidumbre.
Las 3 de la tarde, hora fijada para el encuentro en el parque La Libertad, y yo aún dudando la posibilidad de realizar el evento. Sonó el móvil. Eran cerca de las 4 p.m. y desde el parque algunos confirmaban su presencia.
En la más céntrica esquina de la ciudad, me esperaban los activistas Maykel, su pareja Carlos Alejandro y Osmay. El panorama me pareció pesimista. Cuando comenzábamos a organizar la actividad tuve mis reservas. Temía al fracaso. Carlos Alejandro sintió más. Recordó los sucesos de Stonewall que dieron origen a la celebración del orgullo gay, y la posibilidad de un desenlace similiar.
Por las 4 esquinas comenzaron a aparecer los convocados. De a uno, de a dos, fueron llegando al sitio. Mi incertidumbre comenzaba a disiparse. Para mayor tranquilidad invoqué el pasaje histórico del líder mambí Carlos Manuel de Céspedes y su confianza en 12 hombres para lograr lo necesario.
La bandera y el cartel.
Quizás no fue la primera bandera LBGTI que entró a Sagua la Grande. Eso no lo puedo confirmar. Pero sí fue la primera que se exhibió con orgullo en el parque de esta ciudad. Cada uno de nosotros quería tenerla un ratico.
Los que pasaban o disfrutaban de la tarde desde un banco miraban con curiosidad el símbolo multicolor. Imagino que sospechaban el sentido de todo aquello. Por si alguno no cayó en cuenta, al rato les entregamos plegables con información sobre homosexualidad, homofobia y vulnerabilidad al VIH.
El cartel también llamó la atención, o más que la bandera. “Queremos matrimonio igualitario” era el mensaje. Ese es uno de los grandes anhelos del colectivo sexo género diverso en Cuba.
Intercambiamos opiniones, preocupaciones y sueños. Cada quién expresó a su modo. Maykel explicó los beneficios de contar con el matrimonio entre personas del mismo sexo. Gordillo propuso crear un espacio para el encuentro de la comunidad LGBTI en la ciudad, como existe en los territorios de Placetas, Caibarién, Santa Clara, Cabaiguán, Morón, Ciego de Ávila, Cienfuegos y otras ciudades del centro de Cuba.
Yo propuse crear alianzas con instituciones culturales de la ciudad para fomentar ese espacio a favor de la diversidad. La Asociación Hermanos Saíz (AHS), que agrupa a la vanguardia artística de la juventud cubana, podría acompañarnos.
Sheila nos contó que dejó su empleo como vendedora en una tienda de víveres por la discriminación y el hostigamiento al ser transexual no reasignada. También expuso sus razones para continuar con sus genitales masculinos, independientemente de su identidad de género.
Un jovencito, que portaba aún el uniforme de operario de la campaña anti aedes aegypty de vigilancia y lucha antivectorial, confesó ante todos su bisexualidad. Comentamos los retos que enfrentan estas personas por su orientación sexual, quizás las más invisibilizadas en la sigla LGBTI.
Osmay reflexionó sobre el respeto que debemos otorgarnos a nosotros mismos para poder dialogar en ambientes de compresión y disipar a la homofobia. Además ofrecimos consejos de sexualidad responsable y entregamos condones. Una pareja de lesbianas agradeció la iniciativa.
Los nuevos activistas
Los que nos reunimos para hablar de derechos LGBTI, sexualidad, VIH, recreación y sueños, somos jóvenes. La mayoría sin llegar a los 30 años. Con el ímpetu de la edad nos lanzamos a repartir plegables.
Algunos lo hacían por primera vez, y con gran disposición ponían en las manos de cada persona un soporte comunicativo que anunciaba a primera lectura “La homosexualidad no es un peligro”. Otros acostumbrados al rechazo nos mantuvimos más reservados contemplando la extroversión de aquellos nuevos activistas.
Nadie esquivó un tríptico, aunque algunos lo estrujaron y lo tiraron al suelo. Pero allí estábamos nosotros, construyendo un sueño y derribando a la homofobia. Por suerte, la mayoría lo retuvo en sus manos, lo leyó, lo conservó y lo llevó a casa.
Se entregaron más de 80 plegables. Si cada persona interceptada al llegar a su casa comentó lo vivido, entonces el mensaje contra la homofobia se multiplicó. Dice una ley del marketing que un cliente insatisfecho comunica a 10 personas su criterio, mientras que uno satisfecho solo a 3. Yo me conformo con que cada una de las personas impactadas por nuestra acción lo comente con otra.
Si repartimos más de 80 plegables, es posible que hoy existan en Sagua la Grande 160 personas menos homofóbicas. Hicimos algo.
Lo que viene.
Acordamos regularizar las acciones y los encuentros. El 1 de diciembre, Día Mundial de Respuesta al VIH, volveremos al parque con iniciativas de promoción de salud y apoyo a las personas seropositivas de la ciudad.
El 17 de mayo, Día Mundial de Lucha contra la Homofobia, marcharemos junto a una conga y desde Sagua la Grande nos integraremos a la Jornada Nacional contra la Homofobia y la Transfobia, que desarrollará el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX).
La convocatoria para celebrar otro orgullo gay aquí también quedó hecha.
*Agradecemos al amigo Hirán de Santa Clara por prestar su bandera.
El hecho adquirió gran connotación para los cerca de 15 integrantes de la comunidad LGBTI en esta ciudad. Por primera vez lográbamos reunirnos para celebrar el Día Internacional del Orgullo Gay.
Los preparativos, la incertidumbre.
Las 3 de la tarde, hora fijada para el encuentro en el parque La Libertad, y yo aún dudando la posibilidad de realizar el evento. Sonó el móvil. Eran cerca de las 4 p.m. y desde el parque algunos confirmaban su presencia.
En la más céntrica esquina de la ciudad, me esperaban los activistas Maykel, su pareja Carlos Alejandro y Osmay. El panorama me pareció pesimista. Cuando comenzábamos a organizar la actividad tuve mis reservas. Temía al fracaso. Carlos Alejandro sintió más. Recordó los sucesos de Stonewall que dieron origen a la celebración del orgullo gay, y la posibilidad de un desenlace similiar.
Por las 4 esquinas comenzaron a aparecer los convocados. De a uno, de a dos, fueron llegando al sitio. Mi incertidumbre comenzaba a disiparse. Para mayor tranquilidad invoqué el pasaje histórico del líder mambí Carlos Manuel de Céspedes y su confianza en 12 hombres para lograr lo necesario.
La bandera y el cartel.
Quizás no fue la primera bandera LBGTI que entró a Sagua la Grande. Eso no lo puedo confirmar. Pero sí fue la primera que se exhibió con orgullo en el parque de esta ciudad. Cada uno de nosotros quería tenerla un ratico.
Los que pasaban o disfrutaban de la tarde desde un banco miraban con curiosidad el símbolo multicolor. Imagino que sospechaban el sentido de todo aquello. Por si alguno no cayó en cuenta, al rato les entregamos plegables con información sobre homosexualidad, homofobia y vulnerabilidad al VIH.
El cartel también llamó la atención, o más que la bandera. “Queremos matrimonio igualitario” era el mensaje. Ese es uno de los grandes anhelos del colectivo sexo género diverso en Cuba.
Intercambiamos opiniones, preocupaciones y sueños. Cada quién expresó a su modo. Maykel explicó los beneficios de contar con el matrimonio entre personas del mismo sexo. Gordillo propuso crear un espacio para el encuentro de la comunidad LGBTI en la ciudad, como existe en los territorios de Placetas, Caibarién, Santa Clara, Cabaiguán, Morón, Ciego de Ávila, Cienfuegos y otras ciudades del centro de Cuba.
Yo propuse crear alianzas con instituciones culturales de la ciudad para fomentar ese espacio a favor de la diversidad. La Asociación Hermanos Saíz (AHS), que agrupa a la vanguardia artística de la juventud cubana, podría acompañarnos.
Sheila nos contó que dejó su empleo como vendedora en una tienda de víveres por la discriminación y el hostigamiento al ser transexual no reasignada. También expuso sus razones para continuar con sus genitales masculinos, independientemente de su identidad de género.
Un jovencito, que portaba aún el uniforme de operario de la campaña anti aedes aegypty de vigilancia y lucha antivectorial, confesó ante todos su bisexualidad. Comentamos los retos que enfrentan estas personas por su orientación sexual, quizás las más invisibilizadas en la sigla LGBTI.
Osmay reflexionó sobre el respeto que debemos otorgarnos a nosotros mismos para poder dialogar en ambientes de compresión y disipar a la homofobia. Además ofrecimos consejos de sexualidad responsable y entregamos condones. Una pareja de lesbianas agradeció la iniciativa.
Los nuevos activistas
Los que nos reunimos para hablar de derechos LGBTI, sexualidad, VIH, recreación y sueños, somos jóvenes. La mayoría sin llegar a los 30 años. Con el ímpetu de la edad nos lanzamos a repartir plegables.
Algunos lo hacían por primera vez, y con gran disposición ponían en las manos de cada persona un soporte comunicativo que anunciaba a primera lectura “La homosexualidad no es un peligro”. Otros acostumbrados al rechazo nos mantuvimos más reservados contemplando la extroversión de aquellos nuevos activistas.
Nadie esquivó un tríptico, aunque algunos lo estrujaron y lo tiraron al suelo. Pero allí estábamos nosotros, construyendo un sueño y derribando a la homofobia. Por suerte, la mayoría lo retuvo en sus manos, lo leyó, lo conservó y lo llevó a casa.
Se entregaron más de 80 plegables. Si cada persona interceptada al llegar a su casa comentó lo vivido, entonces el mensaje contra la homofobia se multiplicó. Dice una ley del marketing que un cliente insatisfecho comunica a 10 personas su criterio, mientras que uno satisfecho solo a 3. Yo me conformo con que cada una de las personas impactadas por nuestra acción lo comente con otra.
Si repartimos más de 80 plegables, es posible que hoy existan en Sagua la Grande 160 personas menos homofóbicas. Hicimos algo.
Acordamos regularizar las acciones y los encuentros. El 1 de diciembre, Día Mundial de Respuesta al VIH, volveremos al parque con iniciativas de promoción de salud y apoyo a las personas seropositivas de la ciudad.
El 17 de mayo, Día Mundial de Lucha contra la Homofobia, marcharemos junto a una conga y desde Sagua la Grande nos integraremos a la Jornada Nacional contra la Homofobia y la Transfobia, que desarrollará el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX).
La convocatoria para celebrar otro orgullo gay aquí también quedó hecha.
*Agradecemos al amigo Hirán de Santa Clara por prestar su bandera.