lunes, 18 de febrero de 2013

Libros viejos


Prefiero los libros viejos aunque no antiguos. Me atraen gastados y manoseados, los libros con espíritu, con olor a tinta seca y papel tostado. Los libros nuevos me parecen fríos, demasiado perfectos y solitarios.

Este personal dilema me ha acompañado siempre y las causas de tal obsesión no he logrado identificarlas. Lo que sí puedo contar son mis casi psicóticas anécdotas sobre libros viejos y libros nuevos.

Mis años de estudiante en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) “Ernesto Guevara” de Santa Clara fueron los momentos de mayor esplendor de la majadería en cuestión. Allí, en el famoso grupo 6 de la unidad 2 (quienes pertenecieron sabrán cuál fama y a los que no, les digo que la trascendencia vino por ser los mejores y los peores), esperaba con paciencia a que los libros hicieran la ronda por los cerca de 30 colegas lectores.


Al final, el placer de encontrar un libro leído y releído, marcado, a veces con mensajes indiscretos dejados en un desliz, sabía a gloria. De igual forma, ahora descubro por qué devoré la casi totalidad de los textos de Honoré de Balzac. Y es que me era imposible imaginar el París del siglo XIX fuera de las páginas amarillas, raídas por el tiempo. El realismo encontrado en “Las ilusiones perdidas”, “Eugenia Grandet”, “Esplendor y miseria de las cortesanas,” y “Papá Goriot” cobraba ficción terrenal en aquellas ediciones descuidadas y añejas.

Cierto día compré en una feria del libro “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar. Estaba deseoso por encontrar al mítico emperador romano, por conocer sus gustos, por descubrir sus excitantes historias homolegendarias, pero la exquisita impresión del libro me hizo aguantarme hasta que la ronda por el aula concluyera.

Por eso no compro libros nuevos, al menos no para mí. Prefiero perderme entre los denominados “raros” (aunque no sé por qué) y valiosos. Tampoco me creo enchapado a la antigua y quien bien me conoce se exprime los sesos buscando explicación a mi fascinación por los libros viejos. A la avanzada estoy en todo, o bueno en casi todo, porque los ebooks me parecen creaciones de otra galaxia.

Confieso que nunca he hojeado un libro digital y hasta puedo prostituir mis principios si algún día esa experiencia me atrapa. Mientras llegue el salto tecnológico sigo con atracción por los textos viejos, los que cuentan más allá de la historia, los que envuelven con la magia.

Ante la Feria Internacional del Libro Cuba 2013 que rueda por toda la isla de febrero a marzo las opciones de encontrar estas joyas son escasas. Más bien compraré algún libro para regalar, aunque esto de comprar es tema que puede aportar para otro artículo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario